7 de agosto de 2011

Todo

—¿Estás seguro? —preguntó—.
—Sí —contestó como por inercia—. Quiero entenderlo todo.
—Debes saber que quien consigue entenderlo todo ha de renunciar a la posibilidad de explicarlo. El proceso puede ser bastante caótico pues, entre más lo intentes, más te vas a alejar, y dudarás de tu misma capacidad de entendimiento. Aunque te entiendas, serás incapaz de explicarte a ti mismo.
—Quiero entenderlo todo —repitió en automático—.
Bien —dijo la voz invisible—, entonces que así sea.
En ese momento se vio una luz de una intensidad indescriptible, que contenía todos los colores sin mostrar ninguno.
—¿Estás contento ahora? —preguntó la voz.
No se escuchó respuesta.

30 de marzo de 2011

El viaje de Mriklo

Abandoné la clase del profesor Mriklo a tiempo. No fui capaz de entender cómo alguien podía vivir tranquilo enmedio de tanto caos. O nunca supe, quizás, si el profesor conocía acaso la tranquilidad.
Pero es verdad que aprendí mucho y nada. Es verdad que no supe si permanecería en pragma o en caos. Es verdad que el profesor se desvivió en convencernos de los peligros de las ideas infinitas. Por eso, antes de irme, le robé un último suspiro.
Lo visité y le dije que me iría.
—Emjdi —me dijo— no te vayas sin escuchar mi última clase. La preparé para ti.
El infinito terminaría, al menos de manera temporal, en esa última clase.
Al día siguiente escuché una de las clases más inspiradoras y agradables que hubiera dado el profesor. Y sé que nadie más pudo entender el mensaje como yo lo hice, o eso quisimos creer tanto Mriklo como yo.
Al final, cuando todos se habían ido, me acerqué y, dándole un beso, me despedí.
Supe, años después, que el profesor había dejado la universidad y se dedicaba ahora a viajar por el mundo, harto, quizás, de viajar por su propio universo.

8 de febrero de 2011

Libertango

Cuando la voluntad es libre, hace cosas que nisiquiera podemos imaginar. Por eso, de vez en cuando, hay que controlarla. Y por eso, de vez en cuando, no.

6 de febrero de 2011

El fin de una era

Cuando sienten que el mundo se termina, y los más alejados se acercan a pedir la salvación.
Cuando el mundo que no deja de girar termina, y los más incrédulos se amontonan para buscar redención.
Cuando este lugar eterno se termina, y los más adormecidos se despiertan a pedir perdón.
Cuando era un lugar seguro, y luego termina, y los más adoctrinados se encaminan a la senda de la mutación.
Es cuando el mundo casi, pero no termina, que todos se miran y deciden que es un gran momento para el amor.

4 de febrero de 2011

Conspiración

Al bajar las escaleras recordaste que vivías entre vecinos. Que la gente común, sin querer decirte que seas alguien, en absoluto, común, vive entre vecinos. Que las sociedades están estructuradas en comunidades y que éstas, a su vez, están hechas de personas. Y que cuando muchas personas comparten un espacio vital, es ineludible tener vecinos.
Se te quemaban los huevos. Literalmente se te quemaban. Que desayunar a la una de la tarde sólo es desayunar si te despiertas después de las doce. Y los pusiste a hervir en un pocillito azul de metal. Entonces subiste a pensar en cualquier cosa y, para cuando te diste cuenta, los huevos ya se te estaban quemando. Porque amaneciste con hambre.
Pero, al bajar, te diste cuenta de la mirada de una vecina. Y pensaste, sin pensar, en lo que podría haber pensado, pues nunca sales de tu casa. ¿Qué hará? Pudo haber pensado al verte. ¿Será que planea conquistar al mundo? Pudieron haber pensado, si alguien, además de ella, te miró sacando los huevos del fuego.
Qué poco sabían, si pensaron lo que pensaste que pensaron. Planeabas que el mundo te conquistara a ti.

20 de enero de 2011

El regreso

Salió de las puertas de un infierno amigable. En punto de las doce (justo cuando el día se convierte en algo más), abrió los ojos, levantó esos párpados quemados.
Y dijo:
"Desconozco la razón por la que me fui, aunque ya lo había hecho antes. No desconozco, sin embargo, la razón que me trae de regreso. Sin la certeza que saboreé la primera vez que regresé, lucho contra el miedo de no haber regresado completo".
Paralelamente, aunque un par de años después, la emoción predominante es esta vez la desconfianza, en contraposición con la confianza y certeza sentidas tras el escape anterior.
Y aseguró:
"Si mi partida inicial fue en vano, lo fue también mi primer regreso. Con una duda permanente e impulsiva, confío en que esta vez el regreso sea permanente. No podría garantizar, como no he podido en tantas otras ocasiones, que las atrocidades y las bellezas de que fui testigo hayan realmente ocurrido; pero las recuerdo".
Y antes de levantarse el velo que aún le protegía los ojos del calor que atrás se había quedado, abrió la boca lo más que pudo. Se encontró prácticamente enmudecido; se encontró, como antes, perdido. El regreso a la ruta inicial, si hubo alguna, sería tan difícil como inevitable.
Y terminó:
"Que sea mi silencio, encadenado, el que me libere".
Una vez más, los ojos dolerían.

6 de diciembre de 2010

Relatividad

(Se estima que el siguiente texto fue escrito hace más de dos siglos, en el 2054. El autor es desconocido)

Nuestras interacciones, creo, dependen en su totalidad de nuestras interpretaciones; la única forma de evitar los conflictos es interactuar al margen de las interpretaciones sobre los estados emocionales de los demás, dentro de los límites de nuestra biología. Lo mismo es cierto para nuestra interacción intrapersonal, y de ahí se deriva el principio fundamental de la relatividad de nuestra realidad.

25 de octubre de 2010

Un caso del deporte

Nacidos casi en el mismo momento pero alejados por los papeles —un año— y por la distancia —uno en Argentina y el otro en Estados Unidos—. Pero genéticamente idénticos. Las condiciones ambientales, eso sí, diametralmente opuestas. Tanto que uno alcanzó la estatura de ciento noventa y tres centímetros y el otro apenas llegó a los ciento setenta y tres; el primero creció sano y sin porblemas, el otro sufrió un accidente y se quemó parte de la cara y el cuerpo.
Genéticamente idénticos. Y no cabe duda que las expresiones faciales las da la vida. Pero idénticos.
Uno nadó y nadó y el otro anotó y anotó goles. Ambos, sin duda, sobresalieron en su deporte.

14 de septiembre de 2010

Interludio

Fue la distancia, y la razón. Fue el "equipo de pensamiento" de que me hice antes del viaje. Fue ella, sobre todo; ella.
Y pensé en escribirle una carta. Después lo hice, y lo dije. Después de que le hablé y me habló —una especie de segunda primera vez— por fin hablamos los dos.
Y sí que todo era y fue un caos. Todavía —no ha pasado mucho— en ocasiones lo es, pero procuro, en lo que espero paciente en la estación Trukchame el tercer tren de la madrugada (3:35), pensar en cosas más estructuradas. Y es necesario. Lo es.
Entonces me distraje pensando en un otro-viaje, con ella, mientras el tren se acercaba lento. Lento. Me percato así de la proximidad y de la distancia entre un pensamiento y el otro. El orden se desdobla y expresa un desorden claro y preciso. Extraño. La extraño y por eso voy con ella.
En otro lugar —a veces en el mismo— el profesor Mriklo espera a que el otoño termine y pueda seguir con la clase. Yo pienso en otra cosa. Otra cosa, pienso, será el regreso. Y lo veré diferente, pienso, pues no se puede dejar de viajar. Parar sería sensato, y por eso lo hago, pero la importancia de seguir va más allá de lo que podría explicar. Más.
Y observo el desorden doblándose en un orden vago y azaroso. Pero es orden, pienso. Y ella, que me espera porque la espero. Para salir, juntos. Juntos. Se escucha entonces el aviso. Y tropiezo.
En el suelo, entonces, veo las figuras del deseo doblarse y desdoblarse. Y ya no sé cuál es el orden, pero tampoco cuál no. Me desdoblo en alguna forma que se convertirá en algo más.
—Llegas tarde —por fin le digo.
—Pero aquí estoy —dice—, y se hace tarde.
Nada como la ansiedad generada por la prisa, pienso. Me levanto y subimos. Y por fin, una vez más, comienza el movimiento.

2 de agosto de 2010

Inflexiones sobre el caos (6 de ∞, el error)

Habría preferido que lo hiciera de otra manera, pero el profesor Mriklo reconoció su error públicamente, en punto de las diez de la mañana, frente al grupo completo:
Hace unos días fue a visitarme su compañero Emjdi, estaba triste. Hablamos del Atractor de Lorenz y hablamos de las emociones, como aquí. Para dejarlo claro de una vez: el Atractor de Lorenz es una sistema dinámico ideal que debe trazarse en tres dimensiones; yo sólo les mostré una. Miren [nuevamente descubrió el primer pizarrón]:
Es una ecuación oscilatoria que depende sensiblemente de sus condiciones iniciales, pero siempre se va a parecer a sí misma, pues es un fractal. Ocurre que las vueltas que dé y el lugar en que las dé reflejan un comportamiento caótico (casi). Pero lo podemos dibujar.
La clase sonrió, parecía claro; al menos, se veía muy bien.
Ubiquen, ahora sí, sus emociones en cualquier parte del dibujo, pues éstas son, igual que el comportamiento de la atmósfera en la tierra, de naturaleza caótica. Las mías, también, y en ocasiones se desbordan.
Me miró directamente a los ojos y me dijo: "Háblales del piloto automático inverso y háblales, también, de mi error, Emjdi".
—Un piloto automático —dije— funciona para darle autonomía a un vehículo, en cuanto a la velocidad se refiere. Al activarse, el automóvil tomará como referencia la última velocidad que "sintió" y anulará cualquier aceleración subsecuente. Así, pues, si un piloto automático funciona para evitar, de manera automática, las fluctuaciones en la aceleración, uno inverso funciona para activarlas de manera automáticamente aleatoria, como las emociones.
Me detuve un momento a pensar lo que estaba por decir:
—Entenderemos, con el permiso del doctor —concluí— que si las emociones son regidas, naturalmente, por un piloto automático inverso, la voluntad puede encargarse de apagarlo y de controlar activamente las fluctuaciones.
Lo tenía ya bien pensado, pues supuse que algo de eso me preguntaría; pero no me imaginé que hablaría de su error, mucho menos pensé que me lo preguntaría frente a todos. Ni siquiera pensé que se hubiera tratado de un error, a decir verdad.
—¿Y mi error, Emjdi? —preguntó Mriklo—.
—El profesor no me lo supo explicar con claridad, creo —mentí—.
Mriklo cerró la clase de manera magistral:
Todo surge de lo que llamo acumulación aleatoria de error. Piensen, por ejemplo, en la comodidad de los seres humanos, ya sea material o intelectual. Cuando un científico estudia cualquier fenómeno en la naturaleza de manera cuantitativa, pondrá mucho más atención en sus aciertos que en sus errores. Supongan por ejemplo, que al estudiar la comodidad de los seres humanos, un mercadólogo cuantitativo encuentra la pantalla de televisión perfecta. En sus estudios —y esto ocurrió en 2022—, el Holandés Edwin Ver Meerkhof, encontró una ecuación lineal para ajustar las opiniones de cerca de 4, 000 participantes. Encontró que el 98% de ellos mostraban una inclinación inicial absoluta para adquirir el producto, mientras que el restante 2% no. ¿Qué hizo? Estudiar el error e ignorar al 98% restante. Eso hacen, generalmente, las comunidades creativas —músicos, químicos, pintores, escritores, físicos cuánticos, psicólogos— de manera inconsciente. El mérito de Ver Meerkhof fue explicitarlo. Ese 2% que no se adecuó a su modelo se convirtió en su nuevo 100%, y ya saben a dónde voy. Resulta que corrigió el error en la ecuación inicial, para así poder incluir al 96.75% del 2% que inicialmente sólo pudo explicar con la palabra azar. Eso es el caos: una infinita acumulación aleatoria de error. Váyanse.
Todos se fueron; yo decidí quedarme para preguntarle al profesor cuál había sido la fuente de su error, pero no quiso hablar más del tema.