5 de julio de 2010

Estampida

Lo que terminó por convertirse en la última espiral de destrucción no pudo nombrarse. Tardaron tanto en descifrar el evento inicial que se olvidaron de vivir sus consecuencias.
Sentado sobre la grama del Central Park, en Nueva York, el joven Mriklo observa a su alrededor. Una incipiente idea que, con el tiempo, se convertirá en su pasión. Mriklo no sabe nombrarlo todavía, pero piensa en el caos.
El combustible del campamento espacial Brimpliah no estaba listo, es la verdad que no admitirá el Departamento de Turismo Espacial Europeo. Tras una inesperada explosión que terminó con la vida de treinta y dos cadetes espaciales, y que significó una pérdida estimada en $984, 517 mdd, las investigaciones que jamás vieron la luz informaron sobre un error en la radiactividad media del uranio que energizaba la base.
El zoólogo británico Amir Stemasz divulga, a través de su último libro, "Del amanecer del universo al origen de la vida sin Dios", la idea que ha venido defendiendo décadas atrás: el universo y la vida, tal y como los conocemos actualmente, son el producto de una infinita sucesión de eventos aleatorios que, al ser interpretados desde la imperfecta capacidad mental humana, dan la impresión de un orden implícito o de un creador inteligente. Stemasz propone además, por primera vez desde que comenzó a escribir, que no sólo la religión y las creencias mágicas deben ser abolidas por completo del paquete cultural y educacional que reciben todos los niños en el mundo, sino que "...una mente contaminada, que cree en Dios o en cualquier otro tipo de ilusión mágica y omnipotente es una mente podrida que impedirá el progreso actual de la ciencia y la tecnología".
Son doce ya las horas ininterrumpidas de tortura. En la edad media la práctica del ocultismo y la negación del Dios cristiano significaban pasarla muy, pero muy mal. Moncant Amareu, curandero de marroquí radicado en España, dejará de sufrir dentro de poco tiempo, afortunadamente. La creencia en ciencias ocultas entorpecía la palabra de Dios, tal y como era entendida entonces por la Iglesia Católica y Apostólica de Roma.
Al final, el apocalipsis, que también así le llamaron, llegó. A partir de un único momento inicial, aleatorio, el caótico curso de las ideas de un joven Mriklo que termina por entender la existencia de Dios, tras leer las memorias de Sir Isaac Newton. Y aunque ni con el curso del tiempo fue posible determinar quién tuvo la razón, si Newton o Darwin, el universo decidió acabar con el mundo, empezando por el proyecto más ambicioso y costoso en la historia de la humanidad, y terminando con la humanidad misma.
Ya no hay nadie para poder afirmar si fue el azar o el caos, o si Dios o su voluntad o la del universo, pero es fundamental reconocer que, quien haya sido, supo terminar lo que empezó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario