27 de julio de 2010

Inflexiones sobre el caos (3 de ∞, los dos mundos)

De manera inusual, el profesor Mriklo llegó algo tarde a la clase. No sonreía, pero había algo aún más raro que eso en su talante. De cualquier manera comenzó:
Antes de envenenarlos les daré el antídoto, aunque sé que no querrán usarlo, una vez que decidan tomarse el veneno.
Su voz sonaba algo apagada y, por el tono y la convicción con la que comenzó a hablar, casi toda la clase mostró desconcierto. Siguió:
Éste es un mundo de mundos, de muchos, muchos, mundos. Sólo por conveniencia resulta sensato afirmar que son dos los mundos principales que conforman el mundo que conocen. Pragma y Caos, si les resulta cómodo.
A diferencia de otras sesiones —reconociendo el poco tiempo que tenía de conocer al profesor—, Mriklo hablaba con hermetismo, pero creo que pude rescatar la idea principal: hasta el ser humano más caótico come, caga y coge (aunque sea con las manos).
Fue una gran paradoja, o una impresionante claridad ajena a sus palabras, aunque tardé mucho en descifrarlo. Todo lo que quería decir, creo, es que no es saludable embeberse en el eterno mundo de las ideas, por cómodas o atroces que éstas fueren.
Interesante saber que cuanto más absorto estaba el profesor en alguna idea incómoda, tanto más alentaba al grupo a moverse en el mundo pragmático, aunque la opaca sequedad de su discurso apenas permitiera comprenderlo.
Se refirió a dos mundos fundamentales y un mundo puente, que desestimó con tal gravedad que el mismísimo Ludwig Wittgenstein habría querido responderle algo. Habló del mundo de los hechos y del mundo de las ideas, conectados a través del lenguaje. "La relación que guarda uno con otro", explicó, "es de naturaleza platónica, ideal".
Fue la única sonrisa que el profesor Mriklo esbozó a lo largo de la clase, fue la única idea clara:
Los hechos y las ideas están conectados a través de un puente ideal. Así, los hechos son ideas al cuadrado, ideas aceleradas, ideas que salen y, sin saber cómo, de manera aleatoria, consiguen alterar el mundo material.
No dijo nada después, pero entendimos todos, tras la pálida sonrisa, que era hora de irnos.

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