26 de julio de 2010

Inflexiones sobre el caos (1 de ∞)

Al salir de la primera clase del profesor Mriklo entendí que caos no es sinónimo de azar. Caos se refiere a una teoría —un conjunto ordenado de preceptos e ideas— sobre el desorden. No entendí. ¿Un sistema ordenado para entender el desorden?
Entonces dudé. Más allá del prestigio del profesor Mriklo, me fue imposible dejar de manifestar mi permanente escepticismo (hasta de mi reflejo he dudado). Además, al final se contradijo, pero ya había escuchado que era lo que el profesor hacía mejor.
Mriklo, que, nos dijo, de acuerdo con su padre, que así lo bautizó, quiere decir "genio milagroso". Y aunque fuera un nombre inventado —seguramente desde la manía—, le quedaba bien, le quedaba excelente.
Sigo pensando, más que en el caos, en todo lo que debió pasar por la cabeza del profesor para poder expresar con tanta claridad las ideas que de otra manera me habrían resultado ininteligibles. ¿Sería posible ordenarlo?
La idea central gira en torno a eso que en las ciencias más "puras" llaman error. Si no recuerdo mal (qué completa claridad y elocuencia, cómo olvidarlo) la teoría versa de la constante interacción entre el acierto y el error, entre el orden y el desorden, entre el conocimiento absoluto y la eterna ignorancia, "más allá de las matemáticas, mucho más allá de la termodinámica". Es así (por suerte lo apunté):
Piensen en el conocimiento del universo, por ejemplo, antes de la mecánica clásica de Newton. Fue tan contundente, tan rotundo, que la estampida de conocimiento, de predicción y de control subsecuentes terminó por hacer cada vez más huecos en la teoría. Así pasa con las teorías más revolucionarias de cualquier disciplina —no sólo en la ciencia—: crecen tanto que les resulta imposible, dado el momento, autocontenerse; es entonces cuando se comienzan a autoagujerar. Pero nadie está aquí para oírme hablar de Newton ni de física ni de mecánica, quieren saber cómo demonios se relaciona el caos con la voluntad del ser humano. Eso lo entenderán al final, una vez que entiendan que no es posible hacerlo. Váyanse.
Sonrió y nos fuimos.

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